Revolución del 10G en China: el internet más rápido del mundo
En abril de 2025, China se convirtió en el primer país en lanzar una red comercial de 10G de ultra alta velocidad, de la mano de China Unicom y Huawei. Esta red está en funcionamiento en Xiong’an, una ciudad inteligente diseñada como modelo para el futuro urbano chino.
Velocidades reales: hasta 9 834 Mbps de descarga, más de 1 000 Mbps de subida y una latencia de solo 3 milisegundos.
Impulso clave: uso de la tecnología 50G‑PON, evolución directa del estándar XGS‑PON.
Escalabilidad: se planea llevar esta tecnología a más de 160 ciudades antes de 2027, incluyendo megaproyectos industriales y zonas económicas especiales.
Esta capacidad transforma no solo la velocidad de conexión, sino todo el entorno digital: desde hogares y hospitales hasta vehículos, fábricas y ciudades enteras interconectadas en tiempo real.
50G‑PON y FTTR: la base invisible del futuro
El secreto del 10G no está solo en las velocidades visibles al usuario, sino en una infraestructura de fibra completamente nueva.
Se están implementando redes FTTR (Fiber to the Room), donde cada habitación del hogar cuenta con acceso óptico directo.
En el backbone de la red se utilizan nodos 50G‑PON que permiten velocidades simétricas sostenidas para millones de usuarios simultáneos.
Gracias a esta infraestructura, aplicaciones de alto rendimiento como vigilancia en tiempo real, IA doméstica, hologramas interactivos o videollamadas 16K están comenzando a volverse realidad en hogares chinos.
Huawei, ZTE y el liderazgo del ecosistema chino
Detrás del despliegue del 10G y FTTR están empresas como Huawei, ZTE y Fiberhome, que fabrican desde routers hasta transceptores ópticos y software de gestión.
Huawei, por ejemplo, ha colocado más de 130 millones de terminales compatibles con 10G Ethernet, incluyendo ONTs, módems y repetidores inteligentes.
ZTE, por su parte, se enfoca en tecnologías verdes y sostenibles para centros de datos que consumen menos del 40 % de energía que sus pares internacionales.
El resultado es un ecosistema autónomo y soberano, libre de depender de Occidente, que lidera la transición a la conectividad 10 veces más rápida que la actual.
6G: China ya piensa en la próxima frontera
Aunque el 10G fijo es revolucionario, China ya está desarrollando activamente el 6G móvil, con avances en:
Transmisión en frecuencias terahertz, logrando velocidades de más de 100 Gbps inalámbricos en pruebas de laboratorio.
Reducción de latencia a niveles submilisegundo.
Interfaces aéreas con inteligencia de red distribuida, que predicen el uso del espectro.
Las primeras demostraciones 6G se realizaron en campus universitarios de Beijing y centros de investigación de Huawei y ZTE. Se prevé un piloto urbano funcional para finales de 2026.
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Conectividad desde el espacio: Qianfan y redes satelitales
Además de la fibra terrestre, China avanza rápidamente en la creación de su propia red satelital tipo Starlink, llamada Qianfan.
Ya cuenta con 18 satélites activos en órbita baja (LEO).
Planea 648 satélites para finales de 2025, y más de 14 000 en 2030.
Su objetivo: ofrecer internet directo a móviles y terminales domésticas, incluso en zonas rurales o marítimas.
Estas redes permitirán conexiones estables incluso en zonas montañosas, trenes de alta velocidad o barcos comerciales.
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Aplicaciones reales que ya impactan la vida diaria
En ciudades como Shenzhen, Xiong’an y Hangzhou, estas tecnologías ya están presentes en:
Colegios con realidad aumentada: los estudiantes usan gafas AR conectadas a 10G para interactuar con modelos 3D y simulaciones.
Hospitales con cirugía remota: operaciones a distancia en tiempo real con feedback háptico.
Fábricas autónomas: robots conectados a la red que coordinan tareas sin intervención humana.
Vehículos inteligentes: automóviles que se comunican con la infraestructura (semáforos, sensores de tráfico) mediante 10G y V2X.
Estas experiencias han cambiado radicalmente la calidad de vida urbana y han generado contenido viral en redes como Douyin y Bilibili.
Tecnología nacional + economía digital
China no solo busca conectividad rápida. Está integrando 10G con su plan de economía digital nacional, que representa el 45 % del PIB en 2025.
La combinación de internet ultrarrápido, nube nacional (China Cloud), blockchain centralizado (BSN), y plataformas IA como Qianfan permite:
Comercio digital instantáneo sin fricción.
Gestión de ciudades inteligentes con decisiones autónomas.
Plataformas educativas e industriales centralizadas y eficientes.
¿Qué está haciendo Occidente frente a esto?
Mientras que en EE. UU. y Europa el despliegue del 10G aún está en fase experimental o empresarial, en China ya es una realidad doméstica.
EE. UU. planea pruebas masivas de 10G en 2026, pero aún lucha con infraestructura obsoleta y fragmentación de proveedores.
Europa depende de estándares comunes y enfrenta altos costos de implementación entre países.
El modelo centralizado de planificación de China le da ventaja para actuar más rápido y a gran escala.
Sin embargo, algunos expertos advierten de riesgos en términos de soberanía de datos, vigilancia digital y dependencia tecnológica global.
Implicaciones geopolíticas y de ciberseguridad
El dominio chino de la infraestructura digital plantea varias preguntas:
¿Podrán otros países competir sin acceder a la tecnología base china?
¿Qué implicaciones tiene una red global de Huawei con acceso potencial a datos sensibles?
¿Cómo cambiarán los flujos de información y las reglas del ciberespacio?
China no solo lidera la velocidad. También propone un nuevo modelo de gobernanza tecnológica, donde el Estado gestiona datos, algoritmos y plataformas desde una óptica de control y eficiencia.
Conclusión: El futuro ya está en China (y va a gran velocidad)
La transformación digital de China en 2025 no es una promesa: es una realidad que ya está impactando a más de 600 millones de personas.
Con su despliegue masivo de 10G, su red de fibra avanzada, el desarrollo de 6G y sus satélites en expansión, China está no solo conectando más rápido, sino redefiniendo cómo se vive, trabaja y aprende.
Para el resto del mundo, el desafío es doble: ponerse al día y, al mismo tiempo, definir una alternativa viable que garantice soberanía tecnológica sin quedarse atrás.